A nadie
dio miedo pensar fuera otra cosa;
tal vez el remordimiento,
tal vez sólo fue tu estampa,
de ahí quizá la adoración y el culto.
Gustabas recordar antiguos versos,
- suyos -,
musitados dementemente
entre tantos atardeceres
pero tan pocas ventanas compartidas,
(tantas voces que nos recuerdan
en el vaho del silencio “cuida mi casa”)
la gravedad,
pero poeta,
ay,
mejor ya no hablemos de las flores,
que si no las hallaste en ti
a qué creer se hayan allí entonces,
divagándonos,
como si realmente nos hubiésemos amanecido…
se trata sólo
–dices –,
se trata sólo de otro primer sueño.