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lunes, 4 de octubre de 2010

comentario

No sin mi nave emprendí el vuelo,
del mar de zargazos no se tejen velos,
pero si la vela llama, el fuego es el propio viento.
Pero... dónde la carne del holocausto,
dónde el monte para libar el cielo?

Aves, muchas, son el orco del horizonte,
cada una lleva un presagio, mil poetas
engendrados sin saber nunca de ellos.

Quién será entonces el asesino de los sueños?
Quién maquillará nuestras máscaras,
para reclamar el cetro,
ese que robamos antes a los portadores de los siglos del fuego.

Quiénes fueron así,
los que murieron antes por un verso.

La transferencia

Ante el cerco de la metáfora
la única tesis filosófica:
el minotauro y la escritura,
su rostro, su furia,
y sus piernas, tan humanas,
tan ajenas.