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lunes, 4 de noviembre de 2019

LO QUE NO SE NOMBRA


¿Qué queda cuando el poeta sale a escena?

Yo, ser, palabra. La unidad lírica del poeta, lo que no se nombra. Luego, a la poesía, el deseo de volver a ser yo. Alan Casas en un poema, escribe:

[...] obedientes cabezas americanas se inclinan segados por iluminados drones federales, soles en la nocturna flor del saxofón, en el barrio de tacones, palacios de muerte. Oídos vomitaran simbólicas poesías, perfumes sexuales, tablones de granito. Viejos bajan de autobuses y habitaciones alma de Himalaya, mujeres risas luz y dinamo, trillones de armonías para sordos, luz mental para ciegos.Los bloques de rítmicas alfaluces prenden con prisa cigarros, proyectiles de naturaleza, ciudades conversan de legados ancestrales, madres tierra, nodriza raza, seno madre, sangrada y eterna, murmullo tejido en la matriz de México, armas de fuego, limpias y bestiales, pintan y reproducen abismos, casinos, asilos, exigen una intimidad con el crepúsculo vidrioso del violín, embriagado, junto a cuatro aves tibetanas, bombas de hidrógeno, smog y pestilente estiércol.lirismo en madrugada, hermética vagabunda presa famosa por erecciones libres, manchadas de carmín y ángeles caídos.

[...]

¿Qué queda cuando el poeta sale a escena? Aceptar la sombra que el escenario nos presenta. Siempre la sombra, siempre el silencio, siempre son las manifestaciones de lo ausente. Y es que para todas las estratificación de las semáticas, tras los usos, ocasiones y abusos en que sucede la palabra que nombra la entidad del ente, la energia es antepuesta de su transposición en la sombra. La sombra es la sobreposición de la energía.

¿Qué queda para nosotros? El sitio de fiesta donde el Rey Ciego acontece y festeja, desnudo, el homicidio y la devastación literal de todos los signos. Un cosmos desacralizado.

Y es que ser bufon no es un arte, es una condena.
La transposición trascendental de la mente, el abismo que la poesía hondona, es el límite y la legitimidad de la posibilidad y de la pregunta por la posibilidad, tiempo que siempre nos requiere establecerlo nuevamente, siempre  fundación tras el resquebrajamiento en el acontecimiento.

El verso es una pregunta que no se realiza, pensamiento pensante. El poeta mismo yace en llamas arrogante de su deseo, la desolación de su deseo, el desierto de su desengaño y de su desencuentro. No existe. Y es que el poeta joven, tal como el conocimiento, no existe. Es la antiguedad por desierto quien hace el verso, la poesía es el viento; la lectura, el lector, hace al otro lado del mismo vacío, el mismo misterio.

No hay explicación que de cuenta de nada de ello; es la vida lo que da cuenta de los poetas, y no la vida (o cualquier otra figura trascendental) quien permita una comprensión trascendental de la poesía, el poeta pertenece a los muertos. La poesía permanece a los muertos. El poema es la muerte.

El #verso, la pregunta que no se realiza, es el permanecer a la espera del juicio, paz en la arrogancia. Y es que el poeta en su ignorancia pertenece a lo humano. Ello mismo su grandeza: el hombre no existe.


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