Como si solos por ahí aún buscáramos algo
No eres tú quien suena de la noche el atardecer
Ni la blancura de su noble manto extendido ante la costa;
No eres tú quien calla del ocaso el corazón.
Los peñascos ya se envuelven lentos al aserradero,
Dulces contienen de las aguas la pregunta
A quién sólo ellos mismos pudieron elevar a canto,
Escucha,
Es la misma piedra,
Hará de todos los fuegos uno.
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