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viernes, 11 de febrero de 2011

Filósofos y Escritura III ¿Qué se presenta?

¿Qué se presenta? (para leerse en voz alta)

La escritura. Contemplémosla, que aún no sabemos qué dice. ¿Cómo sabemos entonces qué es escritura?, y además, ¿que dice algo? Veamos de nuevo para verla en tanto tal. Su aspecto, no hay ningún sentido profundo que se nos esconda. Signos. Los conocemos todos.
Si la teoría es el desencanto de todo conocimiento nosotros no seamos necios, encantémonos con sus susurros y sus siluetas, sus contornos, deleitémonos con las letras.
“La filosofía es el conocimiento efectivamente real de lo que es de verdad”.
Esto, esta escritura misma, este trozo de realidad es lo que se nos presenta. No sabemos qué dice, quién lo dice o qué significa. Sólo sabemos que está ahí. ¿Qué es la verdad? Nuestra propia reacción ante este trozo de escrito tendrá que ser un momento, una parte de ella misma, de la realidad, de la verdad. La realidad es ahí ante nuestra mirada, y nosotros somos en ella misma. Leo, y vuelvo a leer, releo. “La filosofía …, la filosofía…” Quién lee no es quién escribió esto.

Entrar a la filosofía, participar del sentido, saber de nosotros mismos como parte de ella, pues si la leo, ella es también aquí conmigo. Pero ¿qué es este lugar? ¿Mi cabeza? ¿Mis ojos?, ¿la pluma en chillidos sobre la piel de esta espalda blanca de papel? ¿Dónde está la filosofía?, ¿en su palabra?, ¿en su voz?, ¿en su invocación?, ¿su sonido? No, ahí no está, sólo es en la meditación solitaria del filósofo con su propia piel, su trozo de historia, su pulpa desterrada del silencio, su costilla primero vuelta idea y después revuelta en tratado, vuelta proposición que surca el océano para llegar en ola hasta mí, lector de filosofía. Un libro.
Pero, para hacer filosofía, el pensamiento tiene que ser el pensar que parte de sí mismo. Ha de buscar la propia certeza de lo por él pensado, inquebrantable fundamento absoluto, su propio ser-ahí pensado al pensar el pensamiento, tal como se piensa en uno mismo al enfrentar al espejo, al enfrentar mi propia ilusión de comprensión y entendimiento.
Ese ahí, como mi tierra, es el lugar donde levanto los castillos de mi instante en la propia tierra, mi ciudad, incondición, autocerteza de saber, saber de mi tierra y mi castillo, mi hogar, la verdad.
Es el centro, donde levanto mi bandera, ya no es sólo el fundamento absoluto, es el absoluto mismo, donde se muestra sin complejo y con inocencia, que toda banalidad, cualquier instante coronado, es el propio regimiento de silencios en su rededor.
Un sonido, vuelto signo, vuelto pared de la creación.
El conocimiento efectivamente real de la entidad, rodeado de silencios, es el conocimiento absoluto en su absolutez, en su sonido. Mi sonido, mi voz, vuelta escrito, vuelta palabra fijada en el papel. (¿Muerte del sonido en la tumba de su cuerpo, el papel?)
Pero nada de esto es nuevo, llevo años sentado ante la hoja de papel, llevo años de sostener lápices, bolígrafos y lapiceros, llevo décadas, con los mismos signos, arañando el mismo papel. Sí, nada de esto es nuevo. Sin embargo algo cambió, pero ese es el problema, no sé qué. Entre todo lo demás y ahora se ha jugado un principio, un precipicio quizá, anterior, no lo sé, posterior, tampoco. Lo ignoro.
Casi como sin quererlo, la escritura apareció ante mí. Lo escrito me reveló su silencio, su sonido, su danza en lo oscuro del papel. Lo oscuro recién visto de nuevo por el rayo del saber. ¿Mis ojos? No, el silencio que se vuelve sonido otra vez, sucesión mágica de secretos, las danzantes tintinean su cuerpo ante el silencio de la pared. Podría escribirlas todas, pero ellas bailan muy bien sin mi intervención.
Ellas mismas transportan todo su secreto y lo muestran sensual ante mi piel, ante mi propio secreto de poeta, ante mi propio destino de pensador y pared.
¿Qué palabra es la indicada de tantas que atraviesan el portal del sonido?, ¿cuál de todas es aquella que atrapa la vocación de lo real, lo absoluto mismo, en el acontecer misterioso de su ser? ¿Cuál de ellas se representa a sí misma y bailando a solas la noche de su saber?
¿No acaso cada una de ellas baila por sí el sonido de su ser? ¿No cada una oculta un secreto propio, el mismo que cifra el ritmo del sonido en el preciado carnaval de su sentido? Suplicantes ¿No cada escrito es escrito para bailar en secreto su propio sentido ante el muro de mi ser? (Ojos, piedra, Buda hipnótico, contemplo cada palabra en la pared, sea arcilla o sea la pulpa de un viejo pino, sea la pantalla de cristal y acero de la Pc.)
No importan las márgenes del escrito, la pared puede hacer que el sonido baile en todas las calles de mi ciudad, cada silencio es todo un sonido, cada letra es todo el ser. La escritura no conoce límites, al menos no en el papel.
Cada palabra conoce su propio secreto, cada palabra lo ignora en silencio. No se requiere un plan para que el sonido sea música, poder o placer. Cada letra sigue a las demás. Desde el principio cada una anula su valor para confeccionar el gran canto al sonido, las sombras en la pared, para ser su propio ocaso oscuro y maldito en meditación del ser. Al sonido.
Todo medio, en su insurrección al absoluto, es relativo. Si se le toma como un medio, la letra será inapropiada para la absolución, y necesariamente fracasará ante él.
Por ello la escritura del absoluto, el conocimiento efectivamente real de lo efectivamente acontecido entre la mano y la pared, es, es en tanto acontecer-se sí misma como realidad efectivamente componente de lo absoluto mismo. (El espíritu)

1 comentario:

  1. La escritura se presenta como tinta y papel, pero tambièn como muro o pared del ser.
    Un acontecimiento espacio-temporal, una inscripción de la huella que se hace en los ojos ideas, pensamiento, dogma, ley. Reverberaciones de sentido en susurros babèlicos, presencia y ausencia de lo nombrado (fijado en caracteres que la mirada disemina, quiebra, destroza, viola, o re-construye para sì). La fiesta ,la danza, del sentido, el teatro de las sombras,la màscara, una visión del mundo, a la que nunca tendremos acceso. Porque hay un abismo de invisibilidad entre los significantes y los signos -que están en lugar de otra cosa- y la significación, polisemia del signo, allì donde es lo que es y es otra cosa que no es.

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