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domingo, 26 de junio de 2011

Tesis de Bachelard

La imagen es sólo el movimiento del psiquismo, en tanto el poema es el desarrollo de sucesivos movimientos dentro de un proyecto de prefiguraciones. El poema, se dice, necesita longitud, la imagen sólo necesita instante; pero es a que, hay una doble determinación no pensada, que podemos presumir una doble elaboración metafísica y semántica.

Qué sean la longitud y el instante, es falso lo ignoremos. Cabría preguntar entonces si se puede tener una perspectiva menos fenomenológica, que ya esto, en tanto conlleva saber qué significa para cada quién la fenomenología, resulta imposible encontrarnos con que Bachelard no estuviera enterado de Hegel, por ejemplo.

Si la fenomenología es, su ser-ahí no depende de los sujetos Husserl, Hegel, Bachelard o Valdivia. Una puerta de ingreso a esto sería pensar en las intensiones a-subjetivadas [¿por qué no a-nónimas?], pero esto es siquiera el instante, que ya como descriptor resulta parco e innecesario, por demás inoperable para hacer una arqueología de mis versos. Llamemos a esto fetiche por el grafismo, pero ¿qué haremos después con las cenizas?

¿Realmente hay quién encienda en llamas sus propias obras?

La imagen y el poema, si son interpretados desde lo que se dice en imagen e instante, ¿pueden entonces precursar el ocaso?

Y es que toda imagen implica movimiento, pero que no es acaso que haya movimiento porque haya espacio, sino que es espacio el propio ir del movimiento que permite capturar el instante de su ocaso, el marchar eterno ante la penumbra del tiempo.

El instante es sólo el eideon que eideomatiza su eidea, la voluntad de su poder, su reprimido deseo.

Aquí se juega siempre el sino del filósofo, más no así el singo de su carne; que, sólo cabe apuntarlo, el sino del filósofo no es el filósofo mismo. De seguirlo a lo actual, aquí luego caminas a que así como el filósofo sujeto a un signo no es el mismo sujeto sujetado a un nombre, filósofo, un hombre, su portador, su llama, la actualidad de la nada, eso que aparece en tanto filósofo, es la realidad de una mirada, una imagen, un instante eternamente diferido en pos de encontrar lo mismo, la palabra, el fuego, el espíritu absoluto que renace para juzgar a todas las almas: una tierna aurora que atrapa las miradas y los instantes en lo que no tiene nombre y apenas transita de la tierra a conquistar todos los albores, a ser señor del mar.

Claro que ahora, cada instante llama otra cosa, logos, y el ser-ahí del tiempo no se comprende desde sustancias ni desde esquemas matemático disposicionales.

El filósofo ya siempre se haya comprendente de la negatividad de su propio castillo,
de su propia metaforicidad aspergente, perdido en medio de la salvedad de su doble tránsito.

Cuando Hayden White piensa lo poético, lo piensa como un proceso lógico-racional, pero cómo entonces lo piensa Bachelard? Todo está nombrado en lo que se piensa como instante e imagen. El qué de esto que, se encuentra pensado, es la totalidad del ente efectuado.
El instante como totalidad se consuma acaso como la re-efectuación, en tanto que el ente efectuado se haya en trance de la perspectiva; esto se llama el arte de invertir las auroras.
Una espada flamigera que corta por la mitad a lo aspergente en tiempo y espacio recién predispuesto.

En el acontecer de eso del pensamiento que ha sido pensado, la re-efectuación ya se encuentra dispuesta en tanto la representación del espacio está aquí efectivamente re-efectuada (presente). Esta es toda la vanalidad de lo que se llama y se puede identificar por “francés”, por ejemplo, que lo que nace ya siempre es nación de sus propias armas incendiadas, predisponibilidad de cruzar los lugares, al haber trascendido del ámbito de imposición de comando hasta la imaginación de los recién errantes o errantecidos albores.

La pregunta por el desde al tránsito que señala el lugar de la nada es trance de lo pensado.
El mañana así se encuentra como la inmediata preposicionalidad que interrumpe la nada en el “en” que coloca a pensar el trance, nos hace hallarlo como espacio dispuesto al margen, gobierno, encontrado en trance de ser ahora imagen (panorámica) y no discurrir del agua por la sal de la miradas errantes, congelados en la frialdad de lo aspergido dominado por la estatutuaria.

El preguntar no es lo que es lo preguntado, es la re-fectación del espacio, sino del régimen de comando que disposiciona a la nada a marchar y no caminar por lo absolutamente desierto de la tarde. De ahí entonces que el castellano disponga un doble signo para referir la absolutes del espacio comprendido por el comando errante del caballero que interroga por lo inexistente de lo acontecido.

Pero aquí apenas cae el poeta en todo aquello que se ha tragado como idea de martillo.

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