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miércoles, 12 de octubre de 2011

Lo Ruin II [Nutriología del poeta]

Nutriología del poeta.

Si abres la puerta verás la carnicería de tus hijos.
Eurípides, Medea.


Escuchemos nuevamente la segunda estrofa de la primera parte del poema
El Ausente de Octavio Paz.

La sangre de la tierra,
La de los animales y la del vegetal somnoliento,
La sangre petrificada de los minerales
Y la del fuego que dormita en la tierra,
Tu sangre,
La del vino frenético que canta en primavera,
Dios esbelto y solar,
Dios de resurrección,
Estrella hiriente,
Insomne flauta que alza su dulce llama entre sombras caídas,
Oh Dios que en las fiestas convocas a las mujeres delirantes
Y haces girar sus vientres planetarios y sus nalgas salvajes,
los pechos inmóviles y eléctricos,
atravesando el universo enloquecido y desnudo
y la sedienta extensión de la noche desplomada.

Para atender a la trinidad que la unidad del verso [sangre, tú sangre, la mía]
lanza y se alaza es indispensable atender el movimiento de dicho enlace abalanza.

Así, antes de llegar a la sangre de Dios, [la sangre] ha transitado por cinco instancias:
De Tierra es Sangre, de Animales y del Vegetal es Sangre, de los Minerales es Sangre, pero también del Fuego que Dormita en la Tierra es Sangre.

Es ahí, en la re-efectuación de la quinta instancia donde el verso finalmente prende, es ahí donde el poeta inicia el baile:

¿Cuál es su canción? La alteración de la Sustancia, su Alquimia.

La sangre, “tu sangre” es ahora la del Vino Frenétino: [Advertencia para los incautos!, no es la sangre ahora el vino, es ahora la sangre de Dios la sangre del Vino!]

La sangre no se transustancializa, tampoco yace consustancializada. Esto es sólo un Verso!

Dónde está la famosa sangre Poeta?!

No sé, pero es aquí que el Dios de Paz acontece, es su himno de Resurrección

La sangre del vino frenético es el Dios esbelto y solar; es la transposición irónica del mal no en cebada o en vid, es la transposición de la silueta de un canto a la noche – maldad–, al asesinato.

Ahí es donde se plasma el relato de la escena:
Estrella hiriente,
Insomne flauta que alza su dulce llama entre sombras caídas,
Oh Dios que en las fiestas convocas a las mujeres delirantes
Y haces girar sus vientres planetarios y sus nalgas salvajes,
los pechos inmóviles y eléctricos,
atravesando el universo enloquecido y desnudo
y la sedienta extensión de la noche desplomada.

Con esto el atardecer de un día en el monte Calvario [cfr. La Fenomenología del Espítiru, A day in a life] desde los ojos que miran el Bacanal, pretende diluir la pena del llanto de lo que nunca nos atrevimos a no callar [el Tiempo]. Nosotros sabemos de que dioses nos habla este texto. [La referencia a Eurípides sólo es el mal gusto!]

Dónde está tu corazón alado, preguntan los trinos,
No hay más que corrupción a tus pasos.
Píes

Mi Dios no es el Dios de Octavio Paz. Mi Dios no existe:

¡Ay de mí, por mis males!
Has sido traicionada hija.
¿Qué te he de aconsejar?
Lo que estaba oculto salió a la luz,
perdida estás.
¡Ay, ay, ay, traicionada por los amigos

Eurípides, Hipólito.

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