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sábado, 4 de diciembre de 2010

Treinta y dos pesos una cajetilla de delicados con filtro

Eliseo miraba y clamaba: “!Padre mío, padre mío! ¡Carro de Israel y auriga suyo”
2 Reyes, 2, 12



Pues bueno, se supone que ya no iba a fumar, desde hace dos semanas. Pamela espera un niño. Claro que yo espero una niña, pero que sea, simplemente que sea.

En fin, treinta y dos pesos una cajetilla de delicados con filtro. ¿Esto tiene que ver con la salud? ¿Con el hecho de que más personas dejen el cigarro?

Veamos la cajetilla:



EL HUMO DE TU TABACO TAMBIEN DAÑA A TUS HIJOS



De acuerdo a este anuncio la esencia del tabaco es el dañar, de manera que su daño no se dirige únicamente al sujeto del cigarro, sino va incluso contra mis propios hijos. Pero ¿es el tabaco lo que daña? ¿Qué es entonces el alquitrán que produce cáncer?, ¿qué los elementos radiactivos que también el tabaco contiene? Estos productos y otros más, ¿los contiene el tabaco de suyo, o por el contrario, le son añadidos? Pues que si resulta la segunda opción, el tabaco no es el dañino, siquiera el alquitrán o el cesio radiactivo. No, lo dañino es el orden de la producción del tabaco, es decir su manufactura, su elaboración, y no así que de suyo lo dañino sea el tabaco.

Esto implica que lo dañino no es la esencia del tabaco, sino que su esencia se juega en el ámbito de su consumo, ese punto que cierra la dialéctica de la producción, distribución, venta y consumo. Pero si esta esencia dañina apunta al consumo, esta esencia por su propia determinación se co-dirige al ámbito total de la producción industrial contemporánea.

El humo mismo es entonces la señal del consumo, pues mis hijos co-consumen conmigo esa esencia dañina referida por el humo. “Fumar mata… …y no sólo a ti”, dicen, pero después de lo anterior, ya no puedo estar seguro que lo dañino sea el tabaco. Luego entonces, si el objetivo del incremento general al tabaco obedece a principios de salud, ¿por qué no prohibir la adición de esos productos al tabaco?, ¿por qué no entonces vender tabaco puro, sin aditamentos, sin adiciones?

La respuesta es simple, esto nada tiene que ver con la salud. Pero antes, meditemos un poco sobre el concepto salud. La salud se refiere a la salud del sí mismo, salud que se co-dirije en relación del sí mismo al resto de los otros que junto conmigo forman mi cotidianeidad, nuestra cotidianeidad, lo que de suyo llamamos mundo.

Resulta luego que el Estado se erige y se dirige con el incremento a la protección de la salud, quiero decir, a la protección de mí mismo en contra de mí. ¿Quién soy yo que no me puedo cuidar?, ¿quién es el Estado de manera que él es el que me protege? Podría preguntar ahora quién me protege en contra del Estado, pero obviemos esta sospecha de momento y prosigamos la meditación. Preguntemos por la esencia del Estado contemporáneo y dirijamos esta esencia al tema del sí mismo.

Como lo puede explicar cualquier teórico político de los últimos cuatrocientos años a la fecha, la labor del Estado se dirime en la protección a la propiedad privada. Incluso el marxismo parte de este supuesto, por ello la primera revolución, la abolición de la propiedad privada, es un punto intermedio a la abolición del Estado, es decir, un momento de tránsito entre la dictadura del proletariado en dirección hacia el comunismo.

Pero a primeras resulta obvio que el Estado contemporáneo no se dirige a la instauración de la dictadura del proletariado, masificación del idealismo materializado. Es decir, el Estado al erigirse en garante de la propiedad privada ahora se abroga el derecho de proteger la salud. ¿Cuál es entonces la relación? Pues que justo la salud al referirse al sí mismo alude indirectamente al estatuto de propiedad que se dirime en los conceptos de cuerpo y alma. No nos peleemos en este momento con estos términos, de momento aceptémoslos a-críticamente para poder proseguir.

Si el sí mismo posee un cuerpo y un alma, estos dos compuestos son las dos determinaciones de la propia propiedad privada, el propio sí mismo. Si el Estado defiende la propiedad es entonces que también defiende la integridad de este derecho ¡Pero lo defiende en contra de mi mismo! Resulta entonces que yo tengo derecho de uso, más no de abuso ante mi mismo y mi propio entorno, mi propio consumo.

Luego entonces si defiende la propiedad privada, es entonces que defiende la propiedad privada de alguien más, alguien que no soy yo. ¿A quién le pertenece mi cuerpo y mi alma? ¿A mi familia?, ¿a mi patria?, ¿a mi pueblo? ¿a mi nación? No, le pertenezco a mi Estado, soy propiedad del Estado y no poseo el derecho a abusar de mí. De hecho, si el Estado es mi propietario, él es el único con derecho a abusar de mí. De ahí el incremento. Pero entonces al develar este primer signo del incremento, ¿que conlleva esto?

Pues bien, por ejemplo, resulta que al no tener propiedad de mi alma, no puedo alterar la disposición de ella a menos que cuente con un dispositivo que legitime tal modificación, quiero decir que para que yo pueda modificar el régimen de constitución de mi alma requiero del permiso de mi Estado político. Desde aquí podríamos leer el sentido de las recetas médicas, la licenciatura misma al ejercicio de la medicina, el negocio de la industria farmacéutica, la pauperización de los institutos de servicio de salud social, o incluso, la adición de elementos dañinos para el organismo social en la producción de tabaco.

Pero también al podernos cuestionar esto, podemos cuestionar cómo y para qué resulta que ese mismo Estado es el que puede permitir o prohibir que una mujer decida sobre el momento de la pro-creación. ¿Cómo resulta posible que una mujer que aborte pueda ser procesada penalmente en ciertos territorios del Estado mexicano, o que en el Distrito federal pueda llevar a cabo tal acción?

Es derecho de la mujer practicarse un aborto en la ciudad de México, pero es este derecho sólo en la licencia que ha otorgado la asamblea legislativa para dicho fin. Es decir, si la mujer es libre de elección respecto a tal tema, resulta que es libre no porque su cuerpo y su vida, su proyecto de vida, le pertenezcan; no, el derecho es, la libertad es sólo como una gracia y potestad conferida por el Estado político a esa sección específica de la sociedad, de su cuerpo social.

Pero entonces, en la antípoda de dicha cuestión, ¿qué ocurre en China cuando el Estado chino no permite que las parejas conciban más de un hijo?

Hemos de contemplar entonces que la esencia del Estado se juega en un plano anterior al de las diferencias ideológicas que marcan los colores y las orientaciones sexuales de un Estado político contemporáneo, pues la posesión del Estado por sobre la integridad física y emocional de sus ciudadanos es el ámbito original del poder del Estado mismo.

La cosa del poder, aquello a lo que los predicados estatales se dirigen, es el régimen de propiedad y explotación del recurso más preciado del poder, la vida misma de sus ciudadanos. De manera tal que si la cajetilla dice:



EL HUMO DE TU TABACO TAMBIEN DAÑA A TUS HIJOS



el sujeto del enunciado es el humo, un agente estatal que se enuncia en la protección ante el daño. Pero el predicado dañar se co-dirige a mis hijos, en términos de que la posesión indicada por el “tus”, es decir, “mis”, refiere el ámbito esencial desde donde se proyecta el daño a la propiedad de los recursos del Estado: Yo.

Por ello inmediatamente dice:



Fumando dificultas la respiración de los niños y les causas enfermedades respiratorias graves.



Pero entonces, al declarar esto, al informarte de este “mal”, el Estado informa a sus ciudadanos que el daño del tabaco se confiere al resto de la población en la acción particular e individual del fumar. Quién fuma soy yo, quien daña soy yo, no el tabaco.

“Deja de fumar te conviene” y con esta advertencia me señalan el ámbito general de mi conveniencia, es decir, de mi salud. Pero no olvidemos que la salud es un ámbito existencial del poder del Estado para conmigo. Es decir, se ha transvalorado absolutamente el ámbito de la conveniencia misma, siento ésta un ámbito propio de la voluntad de poder del Estado contemporáneo, aquello mismo que otros teórico han señalado con el concepto de Estado clínico, determinación que justo refiere cómo y para qué el devenir de los dispositivos, las instituciones y los discursos del poder en las últimas décadas.

Treinta y dos pesos por una cajetilla de cigarros con filtro. ¿Y a dónde va a parar ese dinero? No resulta complejo pensar que eso va dirigido a las instituciones de seguridad pública, instalaciones de poder y no de sometimiento que reiteran el ámbito de ad-scripción de la normalidad social, y por tanto, de-scriben el ámbito de la acción general humana respecto a los dispositivos jurídicos que el Estado contemporáneo ha erigido como garantes trascendentales de la paz y la concordia social: las leyes de un pueblo.

Pero como la salud, la seguridad no es la seguridad de los ciudadanos, sino la seguridad del ámbito de poder del Estado, es decir, en tanto que la determinación salud señala al ámbito de sometimiento y expansión del poder, la seguridad refiere más bien el ámbito de conservación de la estatalidad misma del Estado, su propia posición y poder.

El narcotráfico, ¿realmente puedo creer que todos aquellos ejecutados y descabezados que día con día me son referidos por los medios de comunicación, son personas involucradas en el narcotráfico?, ¿puedo creer que cada uno de ellos es un criminal?

¿puedo creer que cada uno de ellos es un soldado que nuestra madre nos dio?

Pero esa no es la cuestión, pues que más allá de las denominaciones de narcotraficante, criminal, asesino, el Estado mexicano, el mismo que incrementa el precio de los cigarros, es aquél que asesina a nuestros hermanos, pues a mí, respecto a la vida, me importa un cacahuate si son o no son todo aquello que los medios de comunicación informan. Son seres humanos, son mexicanos, o mejor dicho, eran.

Pero ahora, yo también soy un asesino, pues fumar mata, y no sólo a mí. ¿Por qué la eutanasia puede ser un tema de debate público respecto al deterioro de la calidad de vida, y el derecho de las personas a renunciar a ella en caso de enfermedad terminal, y no así que cada persona pueda elegir cuándo y cómo terminar con su existencia?

¿Por qué la eutanasia tiene que legalizarse cuando que la legalización implicaría el mismo orden de poder que el Estado práctica para con las mujeres pero ahora extendido a la generalidad de los desahuciados?

Si para algo sirve la historia es para recordar que la independencia de las trece colonias de América comenzó con el incremento de los impuestos al consumo del té por parte de la Corona británica, que la revolución francesa enarbolando los principios de la libertad, la igualdad y la fraternidad, una vez convertida en Estado, le confirió a sus ciudadanos los tres principios bajo el común denominador de la muerte, bajo el amparo del símbolo de la guillotina. Si la historia sirve para algo es para saber qué significa terrorismo, para pensar qué significa muerte y poder.

Seré padre, pero no serán tus hijos. Serán de Pamela y míos, sólo para ser ellos mismos, no tu preocupación, no tu interés o no tu ámbito de expansión y conservación de poder.

Aquí comienzo yo, pues no olvidemos que la posibilidad de una política pos-maquiavélica se juega en el encuentro de la política con la meditación. No olvidemos que la única posibilidad de la moral exitencialista se juega en la pluma y el bolígrafo del poeta, del pensador.

Espero contar contigo para lo indispensable, pues no es lo mismo el Estado clínico al Estado social. Es aquí donde ser padre es hacer filosofía.

1 comentario:

  1. Sólo la expectativa de un hijo por nacer nos hace conscientes del peligro del mundo.El asesino - el otro que nos habita- no tiene justificación ni lógica. Solo se sostiene en la búsqueda de la satisfacción de un deseo (insaciable por otra parte). ¿Será la moral existencialista la que nos impulsa a escribir sobre la vida, con una cajita de treinta y dos pesos en el bolsillo, exhalando el humo que busca otras víctimas?...definitivamente, ser padre es hacer filosofía

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