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sábado, 11 de diciembre de 2010

Verter

Dionysios toma la bota y vierte el vino,
tus labios, la lengua, el calor y la danza de los aromas,
danza de las bacantes desnudas festejando el alba del Sol. (la apertura)

La tierra envuelve la semilla, la arropa, la alimenta,
la crece y la anochece para la hija de la mañana.
La toma y la re-vuelve, así el cielo se regocija del calor de sus aromas.

El cielo no puede sino llorar con el dolor de la danza,
los labios de la uva remojan su silueta con la voz del canto;
así los dioses nacen del amor de la tierra y el cielo, es cierto,

el rayo siempre amenaza los afanes de los hijos del dios.

Sabe su propio fulgor, teme perder su altura;
pero las plantas, nunca enemigas,
abrazan los ojos de su tierra, así nace la tormenta.

Las doncellas no temen al dolor del sol ni al color de la lluvia,
siquiera la muerte, su piel es de sirena, su llanto del color del lino,
la danza de su velo al instante de la tempestad:

no importan los truenos, sólo su canción, sólo su ambrosía.

Ahí es donde poetas y pintores
huelen y palpan el cuero de la bota,
ahí es donde Dionysios vierte el vino al ser.

Las hazañas del vino cuentan que los números dejaron de importar,
las medidas de un dios no se juegan en apuestas,
los dados del dios sólo son sueños del dios,

sólo su vino, nunca su aliento, nunca su razón.

1 comentario:

  1. En la danza del vino, todo cielo es certeza.Y también la tierra y dios. Las semillas crecerán la noche y todos los poetas esperarán otra fiesta donde la celebración sea al ser rebosando en las copas de nuevas celebraciones, en todas las aperturas. Oscureces los ángeles ,poeta.

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