Buscar este blog

sábado, 2 de julio de 2011

Los conceptos

No en vano
los ríos fluyen por lo seco.
Hölderlin, El Ister

En su tránsito, en su retorno a sí, en su totalidad, los conceptos determinados son los nombres del padre, del hijo y del espíritu santo.

Más estos no son aquí los llamados.

¿Qué? Aquí, ante la lógica del concepto, al ser ésta una ciencia formal, Hegel nos llama a concebir una ciencia del contenido. Cabría preguntar si esto es real, que es aquí donde la mítica aparece.

La unidad: el mito del concepto y el concepto del mito.

Hemos de remontar la totalidad de las narrativas y acontecer a una al claro donde la realidad se vierte para las cinco direcciones.

Nuestro primer presupuesto es que no existe historiograficidad moderna si no es con Hegel como síntesis y principio. De aquí, hemos de partir a la escena que describe la totalidad conceptual.

Son varios los paisajes que nos dan cuenta de esta noche.

“La gran premisa, la de que también en el mundo han seguido las cosas un curso racional, lo que da verdadero interés a la historia de la filosofía, no es otra cosa que la fe en la Providencia, sólo que en otra forma.” Hegel, Introducción, en Lecciones de la historia de la filosofía I, p. 39

“Cuando el entendimiento que no llega a captar las verdades de la religión se llama, como en el Siglo de las Luces, razón y se quiere hacer pasar por señor y dueño, se equivoca. El racionalismo es lo opuesto a la filosofía, por el contenido y por la forma, pues vacía el contenido, despuebla el cielo y lo degrada todo a relaciones finitas; y su forma es un razonar no libre, no un comprender.” Ibidem, 79.

“…aunque también la historia de la filosofía tiene por misión narrar hechos históricos, el primer problema que nos plantea es el de saber qué sea un hecho de la filosofía y sí algo es o no filosófico. En la historia externa, todo es hecho, aunque en ella también hay, naturalmente, hechos importantes y otros que no lo son; sin embargo, aquí los hechos se despliegan directamente ante nuestra apreciación. No ocurre lo mismo en el campo de la filosofía; por eso la historia de la filosofía no puede ser tratada, en modo alguno, sin que en ella se mezcle el juicio del propio historiador.” Ibidem 110

Sobre la tradicionalidad (aquí está el proceder irónico de nuestro trascendentalismo)

“… no es solamente una buena ama de casa que se dedique a guardar fielmente lo recibido para transmitirlo integramente a los herederos, como el curso de la naturaleza, en el que, a través de los infinitos cambios de sus formas y manifestaciones, las leyes originales siguen siendo las mismas y no acusan el menor progreso; no es una estatua inmóvil, sino una corriente viva, fluye como un poderoso río, cuyo caudal va creciendo a media que se aleja de su punto de origen.
El contenido de esta tradición es lo que ha creado el mundo espiritual. El espíritu universal no se está quieto; y es este espíritu universal lo que nos interesa examinar aquí. Puede ocurrir que en una nación cualquiera permanezcan estacionarios la cultura, el arte, la ciencia, el patrimonio espiritual en su conjunto; tal parece ser, por ejemplo, el caso de los chinos, quienes probablemente se hallen hoy, en todo, como hace dos mil años. Pero el Espíritu del Mundo no se hunde nunca en esta quietud y en esta indiferencia; por la sencilla razón de que, por su concepto mismo, su vida es acción.” Ibidem, p. 9

Recorramos ahora en vía inversa la misma creación que Hegel, como todo pensador, no es lo que dice, sino lo que nace con lo que hace. Por ello no importa cómo ni quién diga de nuevo, Hegel dijo. Ya siempre es Hegel quien hace de nuevo lo que hace; de por medio ya todos estamos en su camino.

El permanecer que permanece idéntico, el ámbito de la lógica, es también quien permanece indiferente. El dominio de la lógica se haya comprendido desde donde se habla en la voz que dicta el imperio, la ley, el orden, que, si quisiéramos saber qué llama Hegel “historia exterior” cabe oír esto así:

“En efecto, lo que sería oportuno decir en un prólogo acerca de la filosofía –algo así como una indicación histórica con respecto a la tendencia y al punto de vista, al contenido general y a los resultados, un conjunto de afirmaciones y aseveraciones sueltas y dispersas acerca de la verdad – no puede ser valedero en cuanto al modo y la manera en la verdad filosófica debe exponers.” Prólogo, Fenomenología del espíritu, p. 7,

que, si más allá de la imagen o del dinamismo pueden la cultura, el arte, la ciencia o el patrimonio cultural permanecer estacionarios, no sucede así al filósofo y a la filosofía; al interrogar por el espíritu universal, la pregunta por la universalidad del espíritu, su esencia, interroga por el absoluto de su espiritualidad y por la absolución del espíritu.

Ahora bien, si el Espíritu del Mundo no se hunde nunca en la quietud, ni en la indiferencia, Narciso, en tanto mito del concepto, se llama Fenomenología del Espíritu.

Pero si resulta que el quid del concepto se juega en su acción, la pregunta por el concepto de mito dice: ¿la lógica puede tornarse una ciencia de contenidos?

De la lógica Hegel nos ha permitido apurar las siguientes notas:

La primera apunta hacia el uso del material lógico:

“Las especies de los conceptos, de los juicios, del silogismo, no se tomarán sólo desde la observación y, por consiguiente, de no asumirlas más en modo meramente empírico, sino que fuesen deducidos del pensamiento mismo.”

Digo, hasta aquí todo bien con Kant, pero entonces Hegel prosigue:

“Si el pensamiento debe ser capaz de demostrar algo; si la lógica debe exigir que se den demostraciones y si se quiere enseñar la actividad demostrativa, entonces ésta debe ser la primera en grado de demostrar su contenido más peculiar y de tomar la necesidad.”

La lógica, entonces, debe ser la primera en demostrar su contenido más peculiar, debe tomar la necesidad de su contenido mismo, pues que, en ello, se juega la posibilidad de enseñar la actividad demostrativa, aquello mismo que la lógica se presume pero, acaso, ¿es esto posible o necesario?

Esto es la necesidad de su paso, la posibilidad del retorno.

La segunda nota nos habla sobre los convenientes e inconvenientes de la filosofía de la lógica, la filosofía como paso:

“Las consideraciones que aquí emprendemos tienen, además, el inconveniente de no poder ser tratadas sino de un modo racional e histórico-descriptivo, pero principalmente deben contribuir a formar la convicción de que los problemas que se van presentando en el ámbito de la representación sobre la naturaleza del conocimiento, sobre la fe, etcétera, y que tenemos por cuestiones concretas, se reducen de hecho a meras determinaciones de pensamiento simple que sólo en la lógica tienen su verdadero significado.”

La voluntad de enseñanza como mostramiento de la actividad demostrativa sólo puede ser tratada al amparo del concepto de la filosofía de la lógica; que, todo aquello que desde la lógica se presume por cuestión concreta al no-ser de hecho sino por pasar a ser desde la determinación del pensamiento simple, la significación de la verdad, desde sus determinaciones trascendentales, sólo encuentra la verdad de sus significaciones en la muerte del sí mismo: las categorías, lo reiterado.

A tal sentido, cuando la filosofía de la lógica se re-encuentra con las categorías, esto, “debe contribuir a formar la convicción”, de acuerdo, pero esta convicción ¿es convicción respecto a qué?, ¿cómo deja al presentando del ámbito de la representación, al plexo de las cuestiones concretas?, ¿cual es el espacio del destino que muestra?, ¿a qué tiempo acontece dicha formación?

Es aquí donde cabe preguntar no por la forma del concepto, ni por el concepto de forma, sino, interrogados desde la acción, preguntamos por la concepción de la forma y la formación del concepto (De hecho ¿por qué no la concepción de las formaciones y la formación de las concepciones?)

La tercera nota nos habla sobre lo que de común se entiende por lógica del concepto.

“La lógica del concepto se entiende ordinariamente como ciencia solamente formal, en el sentido de que se ocuparía de la forma como tal del concepto, del juicio y del silogismo; pero no se interesaría, en cambio, sobre si una cosa es o no verdad; esto sería luego exclusivamente asunto del contenido.”

El orden del entendimiento no señala en pos de su poder, pero la lógica del concepto debe ser entonces una ciencia más que de la forma o la formación de las formas del pensamiento, metafísica, una ciencia de la acción de la forma, y no una simple retórica de la formación de la acción, algo que ya siempre queda comprendido en la elección que decide si una cosa es o no verdad. (aquí cabe encontrar principio y final de la hermeneuticidad.)

Pero si se entiende luego que el sí o el no a que la cosa sea verdad se dispone desde la proyección hermenéutica de lo que ha quedado comprendido en el contenido ¿tal elección parte o retorna siquiera a la verdad?

La puerta media el paso entre el concepto y el contenido, entre el método y su canción.
La reducción y la suspensión, la reacción y la revolución, la destrucción y la deferente, escritura;
Nada de esto es el resto:  

Ante la de-claración del todo, no simplemente cabe decir “sí” cuando que ya también cabe decir “no”:

“Las leyes originales siguen siendo las mismas y no acusan el menor progreso; no es una estatua inmóvil, sino una corriente viva, fluye como un poderoso río, cuyo caudal va creciendo a medida que se aleja de su punto de origen.”

Pero es que aquí la segunda pregunta que complica la elección sobre la unidad o el movimiento de la verdad sólo es enunciada por el poeta:

¿Qué decir? ¿Cómo?

Un signo es necesario, no más –apunta Hölderlin –, un signo claro y neto que contenga sol y luna, inseparables, mientras avanzan noche y día; y que los Celestiales se sientan, en esa calidez el uno junto al otro.

No lo sé –admite Hölderin y prosigue – ¿Para qué poetas en estos tiempos de miseria? Pero son – me dices –, semejantes a los sacerdotes del dios de las viñas que en las noches sagradas andaban de un lugar a otro.

3 comentarios:

  1. el concepto de espíritu universal, puede ser una gran falacia, me recuerda a raza superior, los que se estancan y no dan con la medida de ese patrimonio han sido, en la historia, llamados a desaparecer. Cada Nación pueblo o cultura se mueve y transforma de acuerdo a sus posibilidades y necesidades, y en las primeras hay mucho de esas totalidades (o totalitarismos) que obstaculizan el fluir de los espíritus de cada cultura con todos los elementos que esa palabra implica. Y deberíamos mencionar a Buda, Alá, y a todos los dioses ancestrales que fueron borrados por la sencilla razón de la incomprensión hacia la diferencia.

    ResponderEliminar
  2. Tres decires de Zarathustra;
    del prólogo, un decires de su primer discurso y de lo que dice a su corazón:

    "Existe algo de lo que se sienten intensamente orgullosos. ¿Cómo llaman a eso en lo que cifran su orgullo? Cultura lo llaman, y es lo que les distingue de los cabreros."

    "Se trabaja aún, porque el trabajo es una distracción: mas hay que procurar que tal distracción no haga daño.
    No haya pobres ni ricos: ambas cosas son demasiado molestas. ¿Quién quiere aún gobernar? ¿Quién aún obedecer? También esas dos cosas resultan muy molestas.
    !No haya pastores ni rebaños! Todos quieren lo mismo, todos son iguales; y quien no se conforme al manicomio."


    "No me entienden. No soy la boca para estos oídos. Sin duda he vivido demasiado tiempo en las montañas, y he escuchado demasiado tiempo a los arroyuelos y a los árboles: ahora les hablo como si también ellos fueran cabreros."

    ResponderEliminar