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lunes, 11 de julio de 2011

Polémica: Poesía y retórica

El "mundo verdadero", tal como siempre se ha concebido hasta aquí, ha sido siempre el mundo aparente repetido.
Friedrich Nietzsche, La voluntad de poder, 566.

En Metahistoria para Hayden White el mundo se vuelve libro de historia, y toda historiografía, ficción. Para nosotros esto es una fábula, una fábula de re-creación.

A esto queremos retomar en tangente a lo poético por White. Se realizará un recorrido general de la institución y la disciplina retórica a partir de la exposición “histórica” que de ella hace Ricœur. Por ello al seguir el juicio de Ricœur respecto a la retórica, éste apartado buscará apuntalar el nexo señalado por Ricœur entre metáfora y metafísica. Es decir, con esto se intentará apuntalar la adscripción del pensamiento de Hayden White a una tradición más global que la aportada por la historia de Ankersmit: el pensamiento trascendental y la determinación del conocimiento histórico, es decir el devenir humano respecto a la comprensión del ser y la predicación del ente.


Re-institución de las cuestiones desde la historica de la filosofía
Se recordará que Aristóteles en la Poética escribió que la poesía era más filosófica que la historia en tanto ésta se dedicaba a lo particular y no a lo general como aquélla. Así mismo, en términos de la relación filosofía y poesía, también se recordará que Platón en el libro segundo de la República expulsó a los poetas de la Polis, condenándolos al exilio so pena de no poder dar cuenta del tipo de verdad que decían conocer en sus obras y operaciones.

Lo que se juega en la determinación de estas dos anécdotas por todos sabidas de la historia de la filosofía es la estructuración del pensamiento y la posibilidad de conocimiento sobre lo temporal, y por extensión, a lo histórico mismo; es decir, las políticas del relato histórico a la par de las políticas de la ciencia o episteme.
Aquello que se define como verdad en el ámbito onto-epistémico depende fundamentalmente del engarce que configura la determinación ontológica-epistemológica del ser, así las posibilidades de aprensión de la cosa, el estatuto de reposo o movimiento de ella aprehendido y enunciado, así como la tecnificación del pensamiento en el ámbito específico de la disponibilidad del lenguaje y la escritura para dar cuenta de aquello que de antemano se puede aprehender y encunciar como verdad o como error, como universalidad o como particularidad, reposan y dependen en la constitución e institucionalidad de una posición metafísica.

Y es que en términos del engarce ser-lenguaje-condiciones de cognoscibilidad (o aparicion de la cosa), hemos de suponer que en la disposición técnica del lenguaje ya se juega el estatuto cognitivo-fenoménico de lo temporal por sí mismo, condición necesariamente anterior al problema de su condiciones de aprehensión, y, por tanto, de una manera u otra, esencial respecto al problema de la estructuración de una trama.

Las determinaciones del logos por parte de la filosofía clásica no son ajenas a la constitución de modelos de temporalidad, por ende, nuestras propias nociones de devenir, de la narración, y de la narratividad como la conformación de modelos y géneros literarios que dan cuenta, engloblan, y circunscriben al ser del devenir acorde a las estipulaciones formales es signado desde la proyección in-memorial de la filosofía fundamental. [Hipótesis]

Es decir, entre las posiciones de Platón y Aristóteles, en la estipulación de lo histórico ante lo poético, se juega una férrea legislación que la palabra de los filósofos imprime al destino del pensamiento occidental. Por tanto hemos de suponer que al rememorar las cuestiones del lenguaje y además, en el contemplar las estipulaciones de él frente al ser y las condiciones de la aprehensión cognitiva, la escrituración del vértice que dirime entre el Ser y el Devenir no es otra cosa que la propia historia de Occidente. Desde esta hondonada pretendemos preguntar de nuevo por el estatuto del conocimiento histórico.

En tal sentido, de contemplar el problema del conocimiento histórico no como una mera cuestión empírica sino de antemano determinada cultural y metafísicamente en la disposición del logos que presumimos ambas instancias llevan a cabo, el recuento de los tres ámbitos problema que entrarían en juego, el lenguaje, el problema del ser y el ente, y las condiciones de conocimiento, nos proporcionaría una puerta de ingreso privilegiada a la confrontación con la teoría de la historia de Hayden White en tanto que uno de los engarces principales de la estructuración de dicha teoría estriba justo en la oposición discurso (logos) – narración (mythos).

Considerad:

1) Si Aristóteles escribe que

La distinción entre el historiador y el poeta no consiste en que uno escriba en prosa y el otro en verso; se podría trasladar al verso la obra de Herodoto, y ella seguiría siendo una clase de historia. La diferencia reside en que uno relata lo que ha sucedido, y el otro lo que podría haber acontecido. De aquí que la poesía sea más filosófica y de mayor dignidad que la historia, puesto que sus afirmaciones son más bien del tipo de las universales, mientras que las de la historia son particulares.

hemos de pensar no sólo cómo es la manera en que la poesía construye afirmaciones frente a la manera en que lo realiza la historia, sino que, de antemano, cabría preguntarnos qué es una afirmación, y cómo se instituye la afirmatividad o acertividad del lenguaje justo desde las decisiones metafísicas de Aristóteles en su necesidad de subvertir y aniquilar el dualismo trascendental platónico, pautando con ello mismo el ámbito de la escritura –el papel—, que para diferenciar y escribir afirmaciones universales o generales ante las particulares, el recorrido total de Aristóteles respecto al ente conlleva la organización absoluta de la episteme: logos.

2) Sí Platón, cuando hace decir a Sócrates en la República que

Si es nuestro propósito convencerles de que jamás reinó la discordia entre los ciudadanos de una misma república, y que no puede reinar entre ellos sin crimen, obliguemos a los poetas a que no compongan nada, y a los ancianos de entrambos sexos, a que no cuenten a los niños nada que tienda a ese fin.

cabría preguntarle justo qué es la composición y de qué manera se instituyen los géneros y las maneras correctas de composición, que éstas necesariamente subyacen prepensadas acorde a la estipulación de verdad y transformación [convertibilidad] en la disponibilidad técnica del lenguaje que invariablemente ello conlleva.

Enunciado de otra manera, nuestra pregunta interroga por la dimensión, ejecución y disposición normativa a la famosa expulsión de los poetas que, sospechamos, tal expulsión constituiría más bien una expropiación por parte de la filosofía del filósofo a aquello que se re-efectuaba en la “composición” poética y en la “representación” trágica de la historicidad inmediatamente anterior: un régimen de politicidad.

3) En tal sentido el primer problema metodológico de la investigación estribaría en constituir el páramo que determine la peculiaridad o estatuto epistemológico de cada uno de los tres problemas enunciados, el lenguaje, el problema del ser y el ente, y las condiciones de conocimiento, así como la peculiaridad ontológica-temporal de los fenómenos signados en tales cuestiones. Esto habría de conducirnos directamente a las estipulaciones de nuestra poética

Para poner todo esto en juego lo que realizaremos será contrastar dos modelos de construcción historiográfica ante un complejo sumamente elemental para estudiar, el pensamiento mismo.

En tanto que la temporalidad de nuestro propio “objeto” – el plus del vértice ficción- realidad – esté correctamente concebida, el acontecer fundamental de nuestro estudio, el ser como su acontecimiento, la objetividad, ha de ser la propia posibilidad del modo de presencia en el ser de la necesidad. Es decir el pleno despliegue del mismo.

Así se presume que la complejidad del estudio y la claridad de la exposición de dicho objeto ya siempre deben estar fincadas en las disposiciones proyectadas que la ontológica y epistemológica precursan ante el ocaso de nuestra mirada, en nuestro uso singular del lenguaje (la representación).

Dicha presunción confiere al pensamiento histórico que intenta inteligir una proporcionalidad temporal la pauta a concatenar distintos eventos del pensar, es decir, la narración. Por tanto el principal problema será la explicación a esta concatenación entre el pensamiento pasado vuelto presente por la reflexión, que justo en la necesaria relación de simultaneidad que habría de conservarse ante la temporalidad de la reflexión misma este proceso de simultaneidad se develararía como temporalidad misma de la escritura: confeccionalidad.

A tal respecto es oportuno señalar que en este orden del discurso estaríamos pautando las estipulaciones de nuestra poética, su confrontación con el modelo de estudio historiográfico que expresa la metahistórica de White en el claro de su raigambre kantiana. Pues justo una de las implicaciones de la Metahistoria que F. R. Ankersmit – exegeta de White – hace derivar, consiste en el principio de separación irrestricta entre la investigación y la presentación de los resultados, la exposición.

4) LA EXEGÉTICA DE F.R. ANKERMIT

En relación a la historia del pensamiento del lenguaje de la filosofía analítica anglosajona que es en su cruce de caminos con la filosofía narrativista de la historia que encarna Hayden White, Ankersmit, después de lamentarse por el afán de los anteriores filósofos de la historia de concentrarse únicamente en la investigación, desaprovechando la peculiaridad del soporte técnico donde se inscribe y produce el conocimiento histórico, dice:

Sin embargo y más importante, es demostrable que los textos lógicamente difieren de las proporciones (individuales) y que, en consecuencia, el escrito histórico (en el mismo grado que el texto del historiador) nunca se reduce por completo a (los resultados) la investigación histórica (en el mismo grado que las proposiciones individuales sobre las situaciones históricas).

A tal respecto, y contemplando esta posición de Ankersmit, no será nuestra intención afirmar lo contrario; antes, buscamos inquirir por la pertinencia y la capacidad [disponibilidad] técnica de distinguir como dos elementos distintos e individualizables, algo que cabría llamar lógica de la indagación frente a la lógica de la exposición histórica, pues que tal diferenciabilidad, de ser, tiene que ser jugada de antemano como ámbito fundacional a la lógica misma.

De ello, en la persecución a la negatividad que rehusamos, preguntamos cómo las decisiones ontológicas-epistémológicas que necesariamente se juegan en el ámbito de la investigación en tanto constitución y delimitación de un objeto habrían de no seguirse y no observarse en la lógica del relato. Y es que con esto, ante la inicialidad del primer comienzo, hayamos de principio un relato de la lógica para, de ahí, dar inicia el ámbito de la exposición cuantificadora de la cientificidad, y es que ya siembre hemos oído un entonces.

El problema para Ankersmit estribaría en la peculiaridad de distinguir entre los elementos que son predicados por el investigador en el texto, los que intrínsecamente pertenecen al fenómeno investigado y los elementos que son jugados en el proceso de la investigación como interpretación y no como hecho.

De esta manera buscamos qué es y cómo se determina la predicabilidad del ente en tanto que de la predicabilidad depende la realización de proposiciones –verdad. Ankersmit lo expone en estos términos:

Supongamos que tenemos un texto sobre, por ejemplo, la Revolución francesa. Así, debemos observar que sería imposible distinguir con claridad entre los elementos del texto que refieren tan sólo a la Revolución francesa sin describirla y lo que atribuyen ciertas características a esta Revolución sin referirse a ella. No existe una frontera clara entre estas dos clases de elementos, e incluso podría sostenerse que los referenciales coinciden por completo con lo que se atribuye al pretendido objeto de referencia.

En tanto para nosotros el problema estriba en eso que hemos hablado del discernimiento entre la lógica de la investigación (el orden de una praxis productiva) y la lógica del relato (el orden del producto), el problema del referente señalado por Ankersmith será el de la constitución ontológica del ente estudiado, las condiciones de aprensión congnitiva del mismo –el concepto metafísico-exegético de la materia –, y el dispositivo lingüístico-textual capaz de interferir el engarce ontológico-epistemológico que dispone al ente prefigurado en el ser ahí de la materialidad.

Pues en tanto que el problema del referente apunta directamente al triple vértice entre acontecimiento, sentido y representación, es que habremos de buscar la relación no entre las palabras y las cosas, sino la diferenciabilidad de la cuestión del ser y el tiempo, ámbito donde tendremos que buscar lo poético inherente a dicho engarce que hemos nombrado conocimiento histórico.


5) Deconstrucción de la tradición retórica de Occidente a partir de La metáfora viva de Paul Ricœur.

Retomando tangencialmente lo poético en White, se realizará un recorrido general de la institución y la disciplina retórica a partir de la exposición “histórica” que de ella hace Ricœur. Por ello al seguir el juicio de Ricœur respecto a la retórica, éste apartado buscará apuntalar el nexo señalado por Ricœur entre metáfora y metafísica. Es decir con esto, se intentará apuntalar la adscripción del pensamiento de Hayden White a una tradición más global que la aportada por la historia de Ankersmit: el pensamiento trascendental y la determinación del conocimiento histórico, el devenir humano respecto a la comprensión del ser y la predicación del ente.

La retórica y la historia de su dispersión

Una declaración alucinante en La metáfora viva de Paul Ricoeur es la de que “la historia de la retórica es una historia de la dispersión”. Si Ricoeur instituye esto es porque en su programa de estudio dos son los ámbitos donde busca comprender la estructura de la metáfora, la retórica y la poética: el arte del bien decir y el arte de la composición (mimesis, re-presentación) de poemas, trágicos sobre todo.

Respecto a la retórica y la historia de su dispersión, menciona que no hace falta más que dar un vistazo al índice de la Retórica de Aristóteles para poder observar como la herencia y el trabajo posterior sobre la retórica ha sufrido graves mutilaciones. Ésta abarcaba tres campos, una teoría de la argumentación, eje fundamental del trabajo aristotélico que proporcionaba al mismo tiempo el vértice de articulación entre la lógica demostrativa –el Organon – y la filosofía fundamental –la Metafísica – ; una teoría de la elocución, y finalmente una teoría de la composición del discurso.

Ante este inicio en la historia de la retórica, la antípoda temporal nos presenta a la retórica como una disciplina restringida a la teoría de la elocución y a la teoría de los tropos. Esto tendrá una importancia radical respecto a los fines que hemos ido develando en lo transitado hasta este momento.

A tal respecto antes hemos de considerar la posición de Ricoeur respecto a su propio trabajo, pues como explica en la Introducción, La metáfora viva se compone de ocho estudios que desarrollan un punto de vista determinado donde cada estudio puede ser considerado como un tratado completo. Sin embargo cada estudio también es “el segmento de un único itinerario que comienza en la retórica clásica, atraviesa la semiótica y la semántica y termina con la hermenéutica.” De manera que respecto a nuestros fines, La metáfora viva propiamente no constituye una historia de la retórica, siquiera es historia del pensamiento respecto a la metáfora; sin embargo en tanto que su exposición nunca obvia la determinación temporal a la construcción del pensamiento retórico, la obra de Ricoeur será nuestra guía para comprender la relación entre metáfora y metafísica.
Por ello, antes de contemplar la sucesión de etapas que determinan la historia de la dispersión, hemos de comprender por qué Ricoeur menciona un tránsito en los ocho segmentos entre la retórica clásica, la semiótica, la semántica, para arribar finalmente a la hermenéutica. Por ello dice: “el paso de una disciplina a otra sigue el de las entidades lingüísticas correspondientes: la palabra, la frase y el discurso.”

Requerimos entonces comprender cómo se articulan la retórica y la poética respecto a la metáfora; además, requerimos aprender el proceso donde se realiza el tránsito entre las diversas disciplinas y las entidades lingüísticas.

Así, partiendo de Aristóteles y la doble pertenencia retórica-poética se apunta que “la retórica de la metáfora considera a la palabra como unidad de referencia”, de manera que la metáfora fue clasificada “entre las figuras del discurso que consta de una sola palabra y se define como tropo por semejanza”. Ahora, en tanto que figura, es decir en la composición del discurso, la metáfora consiste en un desplazamiento y en una ampliación del sentido de las palabras.

A tal respecto su explicación se basa en una teoría de la sustitución.

Justo en este punto, es donde hemos de contemplar cómo se articula la historia de la dispersión, y es que Ricoeur explica que la definición aristotélica de la metáfora “afectará a toda la historia posterior del pensamiento occidental” cuando que las dos definiciones anteriores se basan “en una semántica que toma a la palabra o el nombre como unidad de base.”

En tanto que el nombre o la palabra, hemos de pensar el estatuto del lenguaje en Aristóteles respecto a la ousía (esto en la Metafísica), pero bien, si la doble definición de la metáfora en Aristóteles, según Ricoeur, responde a una sola estructura que tiene un píe en la retórica y otro en la poética, la doble función (retórica y poética) atraviesa la función de la mimesis. Para pensar ésta, justo como categoría fundamental que permite la segunda definición, la mimesis tiene que ser considerada en tanto re-efectuación* de la presencia efectiva (Metafísica y Poética), es decir representación.

*Aquí queremos pensar de antemano la acción, pero sin la dependencia al sujeto que ejecuta, es decir, sin héroes.  Aquí es donde Ricoeur pensará en el séptimo estudio la función heurística del discurso poético. (Pero queda el punto de conciliar persuasión –lo retórico que determina la primera definición de la metáfora según Ricoeur– y la mimesis. Aquí la expiación de lo moral que Nietzsche señala como error de Aristóteles respecto a la tragedia. Por ello, para la conciliación, poder y verdad, y fuga trascendental  Metafísica antes de la definición de metáfora. Así, en tanto palabra y nombre, así como también deslizamiento de sentido respecto a la acción, pensar sujeto y predicado como fundación de la lógica  Hegel.]

A tal respecto en la dispersión de la preocupación fundamental de la retórica tal como la pensó Aristóteles, la fundación de la retórica implicó el desarrollo de la preocupación por la verdad ante la situación política griega y el arte de la elocuencia pública. De hecho Ricoeur menciona como origen de la filosofía al propio origen de la retórica , es decir, hubo retórica por que hubo elocuencia, elocuencia pública […] la palabra fue un arma destinada a influir en el pueblo, ante el tribunal, en la asamblea pública, también un arma para el elogio y el panegírico: un arma llamada a dar la victoria en las luchas en que lo decisivo es el discurso.

Así por ejemplo, en la antípoda del pensamiento retórico, la retórica francesa del siglo XX sólo se moverá en un punto del tratado aristotélico, la de la parte de la composición de los discursos, de manera que lo que buscará demostrar Ricoeur es la tesis que indica que la retórica culmina en la clasificación y la taxonomía, pues dice que la retórica se ha concentrado en las figuras de desviación, es decir, los tropos, en donde la significación de una palabra queda desplazada respecto a su uso codificado.

Por ello hemos de pensar las condiciones trascendentales que permiten la codificación, en términos que desde ahí se levanta nuestro ataque a la Metahistoria de White. Así escribe que “La retórica murió cuando la afición a clasificar las figuras llegó a suplantar completamente el sentido filosófico que animaba el vasto imperio de la retórica, mantenía unidas sus partes y relacionaba el conjunto con el organon y la filosofía fundamental.”

[Esta suplantación que menciona Ricoeur ¿no atraviesa antes por la aceptación tácita de una critica al conocimiento, es decir, el establecimiento de la epistemología moderna, de cuño kantiano, que se acepta como la única filosofía y su único camino?  anfibología]

Por ello mismo se han de contemplar de principio tres etapas en la historia de la retórica. Una pre-historia de ella, anterior a la sistemática aristotélica, la que incluiría el desarrollo de la sofística y la erística, donde el uso salvaje de la palabra y la ambición por dominar hicieron de la retórica un técnica especial, temida por su poder. La etapa aristotélica, que según Ricoeur ya sería una “disciplina domesticada, sólidamente unida a la filosofía por la teoría de la argumentación, de la que se separó al iniciarse su decadencia.” Esta decadencia, que se comprendería desde la época helenística hasta nuestros días, es donde finalmente tendría que contemplarse el re-surgimiento de la retórica en el siglo XX, siendo así ésta la tercera etapa.

Ahora bien, en el balance que hace Ricoeur de la retórica del siglo XX, dice entonces que “si la visión taxonómica funciona en una consideración estática de las figuras, fracasa cuando intenta explicar la producción de la significación, cuya desviación a nivel de la palabra es sólo un efecto de esta producción.” (segundo estudio) [En esta consideración, ¿cabría comprender la necesidad de comprensión a la producción de significación como territorio propio y propicio de la filosofía de la historia? A tal respecto, ¿se podría considerar a Vico, a Hegel, o incluso a White, como intentos de construir sistemas dinámicos que aprehendan la contingencia y el devenir de la producción de significado sin abandonar el espíritu taxonómico?]

Es aquí entonces donde Ricoeur introducirá el tránsito del punto de vista semántico por sobre el retórico y su consideración de la palabra. Para ello, al adoptar la entidad lingüística de la frase, la semántica que dictaminaba a la metáfora como desviación de nominación (desviación denominante) sede ante una semántica que trata a la metáfora como una predicación no pertinente (Aquí se encuentran los estudios tres, cuatro y cinco).

El problema de dicho tránsito es que en la indistinción de la palabra y la frase, Ricoeur señala entonces que “una lingüística que no distingue entre una semántica de la frase debe limitarse a asignar los fenómenos de cambio de sentido a la historia de los usos lingüísticos.” (Estudio cuarto).

Esto conlleva un problema de primer orden, pues en tanto que la semántica de la frase encuentra el concepto de desviación denominante para poder comprender la innovación semántica, es decir, la producción de significación, se topa indistintamente y de manera perpleja ante la cuestión de la creación de sentido, cuyo mejor exponente es, señala Ricoeur, la metáfora de invención (Estudio tercero).

Para el quinto estudio Ricoeur trabajará entonces el problema de la constitución de lo que se denominó nueva retórica, donde se han extendido a las figuras del discurso “las reglas de segmentación, identificación y combinación ya aplicadas con éxito a las entidades fonológicas y lexicales.” A tal respecto Ricoeur, al estudiar las nociones de “desviación” “grado retórico cero”, así como al realizar una comparación entre las nociones de “desviación” y “figura”, intentará demostrar que “la innegable finura de la nueva retórica se agota enteramente en un marco teórico que desconoce la especificidad de la metáfora-enunciado y se limita a confirmar la primacía de la metáfora-palabra” , reiterando en ello, a pesar de todos los logros técnicos, la herencia aristotélica, herencia además, mutilada.

Esto significa la conclusión al estudio quinto, y con ello la apertura a la hermenéutica, es decir, que “la nueva retórica remite, desde el interior de sus propios límites, a una teoría de la metáfora-enunciado que ella es incapaz de elaborar desde la base de su sistema de pensamiento.”

Por ello para el sexto estudio, en la estipulación del sistema de pensamiento (una hermenéutica) capaz de enunciar la teoría de la metáfora-enunciado, al recoger el problema del tercero, la innovación semántica y la creación de sentido. Esto conlleva una nueva revisión a la noción de semejanza, donde si bien como decía Aristóteles “metaforizar bien es percibir lo semejante”, el fenómeno de la percepción, y por ende, el de imaginación, donde es necesario dejar de entender a ésta como una función de la imagen en un sentido sensorial (empirista) de la palabra, y comenzar a comprenderla más bien en un “ver como”. [Es decir, resaltar el carácter metafórico de la construcción de los sistemas de conocimiento antiguo y moderno en torno a las metáforas de la visión, la reflexión, e incluso la especulación.]
A tal respecto el salto a la hermenéutica se juega en el cambio de nivel que conduce de la frase al discurso (poema, relato, ensayo, etc.). Pero en tal sentido el juego de la metáfora.

No concierne a la forma de la metáfora en cuanto figura del discurso focalizada sobre la palabra; ni siquiera sólo al sentido de la metáfora en cuanto instauración de una nueva pertenencia semántica, sino a la referencia del enunciado metafórico en cuando poder de “redescribir la realidad”.

Con esta plataforma de por medio Ricoeur estará en condiciones de pensar la metáfora desde otro lugar, pues lo metafórico, en el giro hacia la hermenéutica, será una estrategia del discurso, que preservando y desarrollando el poder creativo, preserva y desarrolla el poder desplegado por la ficción, la poesía.

Lo relevante de esto respecto a la retórica es que en la comprensión de la metáfora ésta no será comprendida ni tomada como una mera figura ni como un simple desplazamiento. Al unísono, ambas cuestiones, se pensaran desde la dinámica procesual de lo retórico donde “el discurso libera el poder que tienen ciertas ficciones de redescribir la realidad.” Apunta entonces Ricoeur: “Al unir así ficción y redescripción, restituimos su plenitud de sentido al descubrimiento de Aristóteles en la Poética: la poiésis del lenguaje procede de la conexión entre mythos y mimesis.”

Pero esto aún tiene otra consecuencia que nos interesa por demás, y es que también apunta Ricoeur en dirección a la metafísica, pues de esta conjunción entre ficción y redescripción, Ricoeur concluye que “el ‘lugar’ de la metáfora, su lugar más íntimo y último, no es ni el nombre ni la frase, ni siquiera el discurso, sino la cópula del verbo ser.”

7) Ahora bien, ¿cómo aprovecharemos esto? Nos hace falta reconducir esto a la construcción de la lógica causal, la re-institucinalización del relato en la armazón del relato de la historia de la filosofía y el apuntalamiento de la filosofía fundamental  Recuerda por tanto en esto, qué significa poesía y cómo esta es domeñada.]

b) Descenso a los infiernos. Poesía y retórica en el pensamiento platónico-aristotélico.

En una aproximación a la comprensión de lo poético en Aristóteles y Platón, este apartado buscará mostrar los principios generales mediante los cuales la poesía, se presume fue sometida a las estructuras lógico-formales del pensamiento trascendental.

c) El problema del ser y el devenir: la representación historiográfica y el conocimiento histórico.

Una vez se hayan caracterizado los principios generales del pensamiento trascendental respecto a lo poético, se buscarán las directrices generales que confinaron y reglamentaron el conocimiento de lo temporal-histórico una vez se instituyó la diferencia entre Ser y devenir desde la apertura a la representatividad que el pensamiento trascendental fundó. Con esto se intentará preparar las imputaciones onto-epistemológicas a la comprensión de lo poético en White, y por tanto, la devastación a Metahistoria.


8) Considerad:

“En torno al héroe todo se torna tragedia; en torno al semidios todo se torna sátira. En torno a dios qué, ¿”mundo” quizás?, ¿universo?.
Friedrich Nietzsche, Más allá del bien y del mal, 150.

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