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lunes, 25 de marzo de 2013

Bienes, posesión y propiedad El discurso y los Heráclidas




A Cynthia Maciel, salud

Hércules.-
Mantener la ambición de poder y el poder de ambición,
Este Cielo,
el diablo y todos sus ellos quietos en el suelo;
son mis manos quienes posan en justicia la razón,
soy padre palabra alada quien desata el Trueno,

Mente en pasado,
Tormenta alada
Hijo del paso,
El dragón les habla sin rostro,
Y la piel y la sangre
Y el corazón y el ángel de su señor el fuego,
Consume en recuerdo del temblor de vuestra piel
El sol.

Uno le inflige el fuego en candor,
Otro quien calla
resguarda el pasado quieto,
Habla con tigres del color y el fuego,
El dulce todo en quien todo lo brillan,
Que quiebran del bronce en acero
Y hoy,
la dulce calle en rededor ustedes y yo,
Todo lo brillan
del señor que nos desposé ahora.

El fuego, vuestros propio tiempo,
Es esta batalla que calla completa el
silencio en pasado,
en quien de esta tarde el cielo
completa su desolación,
lo apropia, el Verde Valle,
horizonte quien clama en alarido quien lo despoja;
no habrá reparos en carros de fuego para mi ángel amado.

Él mismo no recuerda ahora
El paso del todo,
Una vez clarea
Ya el aire ahí consuma todo,
Un murmullo y quieto que despoja,
Y Ustedes y yo y su señor habrán muerto una vez pase el vapor
Del sol cuyo única piedra es el fuego,
Él mismo y su castigo,
El único de ustedes que llegará
Ante el señor cual cordero.
Uno de ustedes habrá de vivir,
A ese, a usted señor, os lego.

[Los carros de fuego sustraen a Hércules de escena,
La batalla comienza]

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