[Al silencio del coloquio del Árbol y el Avispero Edipo ingresa a la Escena quebrantando ramas y removiendo follaje con los pies cual un niño] [Desciende Esfinge]
Esfinge.- ¡Mírate! De paz despacio y secreto,
enlutado, entonado de viento por las ramas,
todo te es nuevo y sólido va allá, tu canto;
Aten tus pasos, la hora te convoca;
Dime tú forastero, ¿eres el hombre?
Edipo.- Lo soy.
Esfinge.- ¡Pero que apenas eres un mozo!
Edipo.- Resguardando el Bosque mi señora
Esfinge.- ¿Y de quién te atienes el Bosque?
Edipo.- El Bosque señora, tan sólo al canto.
Esfinge.- ¿Al canto hablas? ¿Eres el hombre o también eres poeta?
Edipo.- Lo somos.
Esfinge.- Ay tercos ayes que te difieres mozo.
Veo tu rostro y ya la desgracia sobre ti se cierne…
Edipo.- …Serán sólo vuestras intenciones…
Esfinge.- Adelante yace tu padre, lo han asesinado.
Edipo.- ¿De qué hablas mi señora? Soy un guardia del bosque
Y vengo de las llamas de Corintio, antes fui pastor y conocí en mi infancia estos bosques.
Escuché que ahora Tebas es acedia de la terca Atenea,
y ya las llamas sulfuran mi deseo. He de preservar estos Bosques del aliento y el pasto.
Esfinge.- Atenas ha reclamado tu sangre
Y a ti la misma diosa te enviste de guerrero
Edipo.- Señora, le reitero, sólo soy un guardabosques.
Permítame el paso, he de subir el pico de ese cerro.
Esfinge.- Resguardas el canto.
Edipo.- Resguardo mi patria señora, tan sólo mis recuerdos.
Esfinge.- ¿Dónde estuviste todo este tiempo querido Edipo?
Edipo.- ¿Quién os ha dado mi nombre?
Esfinge.- Príncipe de Corintio, espada tebana,
el bosque te conoce
Y horas hace que clama tu arribo.
Los árboles confían en que no te preste reparos,
Más el Dios ha tirado su saeta sobre tu padre,
Y en consuno con la Diosa han sellado los pasos de destino.
Edipo.- Eso no dijo el Oráculo
Esfinge.- Ah querido Edipo, amor de mis ansias,
Fuiste a Delfos. Los Oráculos mienten demasiado,
¿Qué te dijo?
Edipo.- Dijo que cantara a las horas el rededor del Bosque.
Edipo.- Que guardara sus hojas a las reservas del trigo,
Me habló de las semillas, de la sangre que por pan
en vino aprestan. Habló de las canteras.
Esfinge.- Adelante yace la Vid y a sus ojos tus ojos son del corazón el Templo,
Tu patria te reclama.
Edipo.- No tengo ya negocios pendientes en Corintio
Esfinge.- Pero decías que las llamas te convocan.
Al pico que comandas se divisan ambas comarcas.
Edipo.- A resguardar estos Bosques señora,
he de subir al pico para programar mis observaciones y recorridos.
Esfinge.- ¿Y qué buscas entre hojas y llamas?
Edipo.- El canto.
Esfinge.- Abismo ¿eres hombre o poeta?
Edipo.- ¿Qué es el hombre?
Esfinge.- Oh, y también haces preguntas, no hay verdad si nada está escrito.
Edipo.- En camino voy, habrá tiempo para las letras.
Esfinge.- ¿Y dónde inscribirás hoy las voces que te circundan Edipo?
Edipo.- Tenemos suficientes leños,
he traído conmigo las instrucciones para la roca.
Esfinge.- ¡Ay tus intenciones!
Aceros llamas, ¿a qué tu compasión por el pueblo?
Edipo.- Mi única gente son los árboles del Bosque señora,
Así lo quiere Apolo y aquí me tienes.
[un grito, fragor de la batalla, los aceros truenan en voces]
Esfinge.- ¡Edipo escucha! Los soldados ahora mismo asesinan el horror de tu resguardo.
Edipo.- Todos estos Bosques tienen señor, nada es sin la voluntad del Altísimo.
Esfinge.- Eres tú quien tiene ahora que resguardar sus tablas.
Edipo.- Necia oscuridad, no son esas las instrucciones de la llama en Delfos.
Esfinge.- ¿Cuál de mis horribles hermanas te fungió de Pythia?
[Desangrándose entran en escena dos soldados, son la guardia de Layo]
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