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martes, 12 de abril de 2011

Otro abismo otra eternidad: exploraciones al silencio: Elegía del silencio de Federico García Lorca I

Elegía del silencio
Julio de 1920

Silencio, ¿dónde llevas
tu cristal empañado
de risas, de palabras
y sollozos del árbol?

¿Cómo limpias, silencio,
el rocío del canto
y las manchas sonoras
que los mares lejanos
dejan sobre la albura
serena de tu manto?
¿Quién cierra tus heridas
cuando sobre los campos
alguna vieja noria
clava su lento
dardo en tu cristal inmenso?
¿Dónde vas si al ocaso
te hieren las campanas
y quiebran tu remanso
las bandadas de coplas
y el gran rumor dorado
que cae sobre los montes
azules sollozando?

El aire del invierno
hace tu azul pedazos,
y troncha tus florestas
el lamentar callado
de alguna fuente fría.
Donde posas tus manos,
La espina de la risa
O el caluroso hachazo
de la pasión encuentras.

Si te vas a los astros,
el zumbido solemne
de los azules pájaros
quiebra el gran equilibrio
de tu escondido cráneo.

Huyendo del sonido
eres sonido mismo,
espectro de armonía,
humo de grito y canto.
Vienes para decirnos
en las noches oscuras
la palabra infinita
sin aliento y sin labios.

Taladrado de estrellas
y maduro de música,
¿dónde llevas, silencio,
tu dolor extrahumano,
dolor de estar cautivo
en la araña melódica,
ciego ya para siempre
tu manantial sagrado?

Hoy arrastran tus ondas
turbias de pensamiento
la ceniza sonora
y el dolor del antaño.
Los ecos de los gritos
que por siempre se fueron.
El estruendo remoto
del mar, momificado.

Si Jehová se ha dormido,
sube al trono brillante,
quiébrale es su cabeza
un lucero apagado,
y acaba seriamente
con la música eterna,
la armonía sonora
de luz, y mientras tanto,
vuelve a tu manantial,
donde en la noche eterna,
antes que Dios y el tiempo
manabas sosegado.





La elegia es un canto, una invocación,
Pero no cualquier invocación, es la invocación que interroga, que cuestiona lo más cuestionable. ¿Cuál es el origen de este carácter cuestionable de lo cuestionable?

Silencio, ¿dónde llevas
tu cristal empañado
de risas, de palabras
y sollozos del árbol?


Veamos… busquemos…busquemos. Busquemos elementos de la pregunta, todo aquello que atañe al cristal, todo aquello con o de qué se ha empañado.
“Cristal empañado de risas” “Cristal empañado de palabras” “Cristal empañado de sollozos del árbol”

¿Cuál es el lamento de los bosques?

En la tierra cualquier bosque es poeta.
En Cristo se ven los maderos del lamento.

*

“Cristal empañado de risas” “Cristal empañado de palabras” “Cristal empañado de sollozos del árbol”. Estos tres elementos, son aquello que lleva el Silencio, ¿lo que el poeta ve y porque lo ve, lo enuncia? ¿Lo que su propia niña contempla y calla anonadada ante lo sensual de su plasticidad?

¿Por qué enuncia aquello que lleva el silencio? ¿Por qué en este poema el poeta viene a hablar ante la ausencia del sujeto mismo interpelado?

*

¿Empañado? Un espejo empañado, ¿se empañó o fue empañado?

*

Ab-ducción, re-ducción, in-ducción, de-ducción,

Se-duccion, ducción, ducción.

No es la lengua, es la boca, toda boca habla, no sólo usted señorita mimada.


*

Quién calla no es la niña, es la boca de la niña, toda niña habla de otra cosa.


*

Yo, poeta, ¿qué cayo cuando digo todo lo que digo?
¿Qué digo cuando cayo todo lo que cayo?
¿Qué cayo cuando cayo todo lo que digo?
¿Qué digo cuando digo todo lo que cayo?

No soy yo mismo. Es mi boca, es mi silencio,
Es mi enano lector.

Ven, entonces el silencio te toca,
te toma,
Te toca a ti también.

*

Si no lo podemos resolver, eventualmente se resolverá todo, es cuestión de asistir al comienzo, estar ahí siempre con todos,

*

Sí, estar ahí durmiendo.

*

También a mi me toma

*

La segunda estrofa nos interroga sobre cómo se limpia aquello mismo que es la empañadura:

¿Cómo limpias, silencio,
el rocío del canto
y las manchas sonoras
que los mares lejanos
dejan sobre la albura
serena de tu manto?
¿Quién cierra tus heridas
cuando sobre los campos
alguna vieja noria
clava su lento
dardo en tu cristal inmenso?
¿Dónde vas si al ocaso
te hieren las campanas
y quiebran tu remanso
las bandadas de coplas
y el gran rumor dorado
que cae sobre los montes
azules sollozando?


Aquello mismo que es la empañadura se dice: 1) el rocío del canto, 2) las manchas sonoras que los mares lejanos dejan sobre la albura serena de tu mando.

*

Ahora bien, en el segundo enunciado del verso y sin antes levantar el brazo, es el poeta quien quiebra el cristal. Aquí se irrumpe abruptamente el orden de la metafórica del silencio como empañadura del cristal, aquí ya son directamente las metáforas el quiebre del mismo. Aquí toda mi piel se estremece. Aquí está el poema.
La pregunta es qué se ha rostro en Lorca, que se ha roto en mi.

*

¿Yo?

*

¿A dónde podría ir el silencio cuando por la tarde lo hieren las campanas irónicas de la fiesta, de la vida?

*

El color irónico es el azul.

*

La sangre es dorada.

*

El problema es que con esto, el silencio ya no es cristal, ahora es un río, cuyos dulces remansos son quebrados. Es decir, la metáfora del silencio como cristal, justo desde la metonimía del quiebre de éste, si la quisiéramos ver en su repique para el siguiente par de versos, ya es otro mundo, todo él soberano de su sentido, pues de lo que era un simple accidente en la sustancia ha brindado la pertinencia para que el quiebre no sea el quiebre del cristal: ahora es remanso, quebrado por “bandadas de coplas” y el “gran rumor dorado”. Pero entonces, ahora, es que este rumor dorado que antes caía junto a las bandadas de coplas en los remansos del río, cae él mismo, al final de la estrofa, sobre montes azules que sollozan.

¿En cuántas cosas se ha convertido el silencio?

¿Cómo limpias, silencio,
el rocío del canto
y las manchas sonoras
que los mares lejanos
dejan sobre la albura
serena de tu manto?
¿Quién cierra tus heridas
cuando sobre los campos
alguna vieja noria
clava su lento
dardo en tu cristal inmenso?
¿Dónde vas si al ocaso
te hieren las campanas
y quiebran tu remanso
las bandadas de coplas
y el gran rumor dorado
que cae sobre los montes
azules sollozando?


Ha sido lo que empaña. Ha sido el rocío del canto, las manchas sonoras, el mar de los mares lejanos, ha sido la mancha sonora en su propia albura, ha sido la serenidad de su manto.
Ha sido quien cura el cristal. Ha sido su propio ritmo al caer la tarde, ha sido los pájaros cantar al caer la tarde, ha sido el sol dorando la ladera de los montes de súbito asombrados de penumbra. Y esto sólo en la segundo estrofa.

¿Quién?


*

Todavía no comprendemos el azul:

El aire del invierno
hace tu azul pedazos,
y troncha tus florestas
el lamentar callado
de alguna fuente fría.
Donde posas tus manos,
La espina de la risa
O el caluroso hachazo
de la pasión encuentras.


Bien, el silencio viene de ser cristal, empañadura, roció, mar; ha sido el instante exacto antes de cada evento, antes de cada contacto.
Viene el aire de invierno y hace pedazos el azul. El azul ya antes era el color de los montes al atardecer, al ser bañados del astro sol. Pero la imagen es confusa.
¿Quién baña a quién? ¿A qué hora?
Pues ese azul no desciende sino que sube desde la tierra, ya en dirección al sol que se pierda al fondo de la ladera, en la disolución de sus horizontes en la anti-alborada.
Suena de nuevo la albura serena de un manto.
Esto que suena, el aire de invierno, además de hacer el azul pedazos troncha las florestas, “tus florestas”, dice Lorca. ¿Qué florestas son estas? ¿De qué?, ¿de quién?
De la decisión del sentido. Toma lo que quieras, de cualquier parte del poema. Claro, en tanto los elementos sean más cercanos, resulta entonces que el mutuo movimiento ilumina y oscurece en el transito de la luz; siempre se recorren dos costas: revela que el sol no conoce de alboradas, tampoco de ocasos.

De nosotros ¿qué puede el sol ver?

¿Qué puede ver el sol de nosotros?

¿Qué puede ver el sol?

¿Qué es el sol?

Un sol no ve, sólo alumbra su propio albor.

*

Cualquier cosa qué sean y de quién sean las florestas, son tronchadas por el lamentar callado de alguna fuente fría. He aquí ya, de antemano, nuestra propia participación en el verso, en el todo del poema. He aquí donde somos él y yo, piel con piel, en el coloquio de poetas:

El aire del invierno
hace tu azul pedazos,
y troncha tus florestas
el lamentar callado
de alguna fuente fría.
Donde posas tus manos,
La espina de la risa
O el caluroso hachazo
de la pasión encuentras.


Donde poso mis manos encuentro la espina de la risa o el caluroso hachazo de la pasión. ¿Donde están las costillas? No sé, pero tenemos mucha de tu carne poeta para azar.
¿Vampiros?
Caníbales poeta, me comí tu cuerpo entre tus letras.

*

Palabras de la locura, lo oscuro real:

Si te vas a los astros,
el zumbido solemne
de los azules pájaros
quiebra el gran equilibrio
de tu escondido cráneo.

2 comentarios:

  1. "Sólo la antropofagia nos une"...en la risa en la pasión, en los versos, los cuerpos de letras son el sustento de otros poetas, que puedan asar la carne y de eso se nutra la dinámica propia de la poética es un acto de canibalismo lírico. Ahí donde se rozan lo real y lo oscuro. Ascender entre versos azules es romper el equilibrio o la ceguera, quebrar el cristal. ¿Dónde la palabra hace silencio? ¿en las floresta tronchada?¿en cuál de las dos orillas? ¿en esa lengua que no sabe quièn es quièn?... cuando la piel se estremece y algo en la luz prístina de la esencia se ha roto se reclama al silencio, para ordenar los fragmentos del caos.La boca es el azul, sólo puede ascender en la lengua, sin ella puede ser tan ignorante de nosotros como el sol.

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