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lunes, 26 de abril de 2010

A Lorca

Luminosas las páginas que tu pluma nos legaste,
decías “oscuridad” y las estrellas se ocultaban
sorprendidas en su brillo infante por el afamado padre,
el que solicita reposo después de un día de creación.

Si decías “hambre” los cielos te ofrendaban nubes,
y las devorabas en el abismo de tus letras,
de tus notas, tus cuadernos, y de tus canciones.

“¡Míralo por donde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con sus lenguas relucientes.”

Solías danzar entre las torres,
y en América o en tu España
eras el pastor y el azote,
el león de las rosas que buscaban tu rosa,
o tu amor, o tu delirio, pero no tugurios de reflexión ausente.

Nunca suicida, preñado y preñador,
de Marte y rocas de delirio,
en las flores de ronda de matices y de alcoholes,
en las alcobas de reflexión austral y desaliento alegre,
en las noches de gritar al campo los vientos de los hombres.

¡Ay! Pero fuiste el verde insano
de los delirios proxenetas de tu época.
¡Furor homicida que levantó al armiño en contra del poeta!
Espera que no espera y no busques,
sólo encuentra la pluma que te decía
y te nombraba y te daba y te otorgaba,
al imperio y poder de faisán,
que en toronjas y naranjas exprimías en instante.
En tu voz.

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