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lunes, 19 de abril de 2010

Te creé

Te creé en la noche de la imaginación etílica,
fuiste el instante de certeza de tu piel y tu aliento.
Te creé en la noche en que los vidrios reflejaron mis palabras,
cuando quedé necesitado de insuflarles mi alma
con la más terrible de las oscuridades.
Te creé para nunca nombrarte,
para perderte al aliento de la imposibilidad de lo justificable.
Te creé para sucumbir a la tentación de buscarte
en los anchos mares del contacto de nuestras manos.
Te vi y te evaporaste a la aurora confundida,
la que se pierde de lejanías de los continentes improbables.
Era tu nombre el que te presentaba,
era tu nombre el que no creé para poder no invocarte.
Te creé para no perderte,
para nunca oír el lamento de esa lejanía de la tierra augusta
que se desvanece al levante.

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