En tu rostro las estrellas eran promesas.
Sonrío a la noche y espero tu respuesta.
En el cuarto de al lado el viejo moría.
Entonces la estrella alumbró
y el niño no supo del mañana.
* * *
Portentosos los pies que te miran al ocaso.
Que si volteas y no preguntas lo surcos se abren a tus plantas.
Lo que cruza a tu voz y a la ordenación del mundo:
es la silueta que contorna el aliento mortal de un dios.
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