¡Tu no morir era tu vanidad!
La del escuchar una voz que
creíste sería la conciencia. Tu verdad.
Donde tu labor sería peor que la de los perros,
o cuando creíste que los hombres lacerarían
tu espalda y del dolor serían los nacimientos
de una estrella errabunda que maceraba el mundo.
Llamaste a eso progreso.
Entonces, tus ojos vieron los lamentos,
pero tú sólo procuraste las olas.
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