Confundí tus piernas
conlos brazos de una silla.
Una, dos, diez mesas
más allá de donde el mar
supo de tus lágrimas
y tus rodillas laceradas.
Sostenían los vasos del tiempo
que servimos de la tarde y del sol.
O la noche en que al levantarte
manché mis manos de tu sangre
o de tu voz.
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